jueves, 21 de abril de 2011

Ser y parecer honesto

Tengo que confesar que me apasiona la época romana, sobre todo el periodo que va desde el final de la república a la instauración del imperio. Es decir, desde Cayo Mario hasta Claudio, o dicho de otro modo, la época en que mandaba la familia Julia.
Y de todos el que más me gusta con diferencia es Cayo Julio César. ¿A que viene todo esto? Pues viene a un aserto que se le atribuye a Julio César que es el siguiente: “no basta que la mujer del César sea honesta; también tiene que parecerlo“.
Toda esta introducción es para afirmar que en nuestra actual sociedad española, se ha perdido ese sentido. Me explico. Yo entiendo que en todos los ámbitos de la vida, incluido, y sobre todo, el político, las cosas se deben hacer bien, con la legalidad por delante, pero también deben ser éticamente correctas.
No me vale que los políticos de turno me digan que lo que hacen es legal, claro que es legal, faltaría más, vivimos en un imperio de la ley que debemos respetar, sobre todo los que hacen las mismas. Pero además, siempre desde mi punto de vista, creo que se deben a un principio ético no escrito que está por encima de la ley. Deben hacer las cosas bien, independientemente de que estén legisladas o no.
A cuento de que viene que, por ejemplo, prediquen y legislen los recortes salariales de funcionarios, pensionistas, trabajadores en general, y los salarios de sus señorías no bajen, sino que se mantengan. Aunque sea el chocolate del loro, disminúyelo un poco también. Y si lo haces después, tiene toda la pinta de haberlo hecho por la presión social, no porque debas hacerlo.
Otro ejemplo lo tenemos en el follón de algunos contratos que se han hecho en el Ayuntamiento de Málaga (ver el siguiente enlace el cual es muy ilustrativo al respecto http://unpobrecitohablador.com/2011/03/29/ele/). Puede que fueran legales, pero la forma de hacerse chirría un poco, o por lo menos me chirría a mí, ¡se ve que es que soy especialmente delicado con ciertas actuaciones de mis representantes políticos!.
Hay mas ejemplos que dejo a la imaginación del lector (la alcaldesa de Manilva, los imputados del caso Gürtel, etc.), y siempre dicen lo mismo: mientras no se demuestre que son culpables, son inocentes, y por tanto se quedan donde están. Pues sí, la frase es cierta en su primera parte (son inocentes mientras no se demuestre lo contrario), pero debería hacerse lo que decía César (parecer honestos) y si no pueden parecerlo, despejar las dudas de inmediato con una actuación ejemplarizante y radical de los partidos que lo han colocado en esos puestos.
Pero en fin, esto es predicar en el desierto, porque ningún partido va a tirarse piedras a su propio tejado, y si quitan a todos los imputados se quedarían sin candidatos. Así que por hoy dejaré de soñar.
Hasta otra.

sábado, 2 de abril de 2011

Zapatero es mi presidente

Zapatero es mi presidente, como Francisco de la Torre es mi alcalde y Griñán lo es de la Junta de Andalucía, independientemente de que lo haya votado o no. Una vez elegido representa a la institución que preside, por lo tanto es mi representante máximo en el ámbito correspondiente. Cosa distinta es que esté de acuerdo con ellos, o con la política que hacen. Es imposible estar de acuerdo al 100% con las decisiones de otro que no seas tú, incluso a veces ni con las propias decisiones que tomas estás de acuerdo, o por lo menos dudas muchas de ellas.
¿Por qué digo esto? Pues sencillamente porque no entiendo al personal que defiende a capa y espada las decisiones y actuaciones de sus líderes, aún a sabiendas en su fuero interno de que se equivocan. Bueno, sólo lo puedo casi entender desde el punto de vista de la disciplina de partido. Pero el que no sea afiliado al partido, sino simple simpatizante, la verdad es que no lo entiendo. La única explicación que se me ocurre es que no quiera reconocer explícitamente que estaba equivocado con esa persona o con ese ideario, no sea que los demás pensemos que es una persona voluble.
Entiendo que si una persona con una ideología afín a un determinado partido político, ya sea afiliado o sea simpatizante, afirma que dicho partido o su líder hubiera hecho las cosas, o algunas cosas, de otra forma, me resultaría mucho más creíble como persona y a lo mejor le escucharía desde otra perspectiva. Pero desde luego, a los intransigentes que defienden a capa y espada TODO lo que haga su partido o su líder, no los oigo, porque no son más que fanáticos que no admiten ninguna opinión distinta a la suya, y lo que nos hace falta es DIÁLOGO y CONSENSO y no fanatismo e intransigencia.
Hasta otra.