lunes, 29 de octubre de 2012

¡Estoy harto!

Hace ya bastante tiempo que ni aparezco por aquí ni escribo nada. Mi idea era no inmiscuirme en toda la problemática de nuestro país, porque como digo en mi perfil de twitter: aspiro a vivir tranquilo pero no me dejan. En este caso no me dejan las circunstancias en que vivimos, por lo que necesito transmitir lo que siento, aunque no haya nadie ni que lo lea, ni que lo entienda, ni que lo comparta. No me importa, tengo la perentoria necesidad de manifestar mi opinión, y ya que tengo este espacio, que creé precisamente para ello, voy a hacerlo.
 
Y ahora, haciendo uso de mi prerrogativa de “abuelo Cebolleta” voy a contar una batallita, la mía.
 
Allá por el año 1975, cuando murió Franco, yo era un mozalbete que no tenía ni idea de lo que significaba la muerte del entonces “generalísimo”. Entonces estaba yo terminando el antiguo COU (por cierto, otro día hablare de nuestro sistema educativo), y como hijo de obreros y trabajando por la mañana lo estudiaba en horario “nocturno”. En esa franja horaria la mayoría de los estudiantes eran mayores que yo y ya me iba enterando de las movidas de los partidos políticos clandestinos y de lo que podría significar para España la llegada de una, entonces hipotética y anhelada democracia.
Al año siguiente, 1976, entré en la Universidad, y eso fue otro mundo: las asambleas, las manifestaciones, correr delante de los grises, y por fin, la Constitución en 1978. Entonces yo no tenía ni idea de cómo era la Constitución, pero para mí fue un logro que hizo que muchos de nosotros, y sobre todo mis padres y abuelos, consideraran que habíamos comenzado a andar hacia una sociedad más justa.
La Constitución que se consensuó, creo, como una forma de dejar atrás rencillas y rencores, y a partir de ella comenzar a construir, con el paso del tiempo se convirtió en un dogma que no se podía tocar. Es más los partidos políticos que deberían servir para vertebrar a la sociedad se convierten en unos dictadores, poniendo y quitando a los que van en las listas, de ahí la famosa frase “quien se mueve no sale en la foto”. Además, el ser político se ha convertido en una profesión muy bien pagada, no es necesaria ninguna cualificación y lo único que se exige es una fidelidad absoluta al “personaje” que te ha colocado en las listas.
En los últimos años a los sindicatos, vertebradores de la clase obrera, les ha ocurrido lo mismo. Consecuencia de todo esto es que la actual sociedad española no cree ni en los políticos ni en los sindicatos. Es necesario vertebrar de alguna manera el desencanto de tantos y tantos ciudadanos, pero el problema es que no hay nadie en el sistema, o por lo menos nadie de quien te fíes, porque en campaña todos prometen (y mucho) y cuando llegan al poder hacen lo contrario (eso sí, porque no sabían lo mal que estaba la situación).
Siguiendo con el dogma de no tocar la Constitución hay que decir que cuando les conviene a los partidos mayoritarios -PP, PSOE, independientemente de quien gobierne- si se cambia, y casi de tapadillo, no sea que los ciudadanos nos enteremos y nos cabreemos. Así se han hecho todas las reformas constitucionales en este País desde que tenemos la Constitución de 1978: la última la que hace prevalecer el pago de la deuda antes que cualquier otro gasto del Estado.
Y ahora, por último, después de los sacrificios que nuestros padres y abuelos hicieron para que nosotros vivamos mejor, con la excusa de la crisis, nos ponemos a salvar a los que nos han hundido en la más absoluta y puñetera miseria, argumentando además que hay que salvar a las entidades financieras para que los clientes que tienen depósitos en ellas no los pierdan. ¿Y cómo se hace? recortando los gastos superfluos, es decir todo lo que según un gobierno neoliberal puro y duro considera que no debe existir: sanidad, educación, justicia, …, o sea, lo que nos hace más iguales a todos.
Partamos de la base de que creo que tenemos que arrimar el hombro entre todos, pero entre todos, lo que no es de recibo es que haya unos sectores de nuestra sociedad que no estén recortando gastos superfluos cuando hay pensionistas que les cuesta llegar a final de mes porque además de pagar por sus medicinas tienen que mantener a sus hijos desempleados y a los nietos. Y básicamente los sectores de los que hablo son los políticos y los asesores que ellos mismos han colocado a dedo a su estela, banqueros y grandes fortunas. Posiblemente el total de lo recaudado por estos sectores no sea mucho, pero por lo menos transmitiría la imagen al resto de la sociedad de que todos estamos apechugando y no los de siempre.
Y ya por último y lo que me ha movido a escribir y salir de mi letargo es el tema de los desahucios. Está muriendo gente desesperada porque le quitan su casa, que es lo último que te queda, no es sólo el lugar donde vives y duermes, es tu vida, donde has pasado buenos o malos ratos y está ligada emocionalmente a ti. Por lo que cuando te la quitan, te están quitando parte de tu vida.
Es muy duro, y si encima no tienes apoyo, más. Y todo por una ley totalmente desfasada que hay que cambiar, porque después de quitarte la casa la deuda persiste. La dación en pago solucionaría parte del problema (por lo menos no te quedaría la deuda después de quedarte sin casa), pero no todo porque el inmueble lo perderías. Además, la mayoría de los inmuebles así ejecutados y que se queda el banco, se quedan “muertos”, es una carga para el banco, por lo que me pregunto ¿por qué tanto interés en desahuciar?. Creo que sería mejor arbitrar alguna forma para que se quede el actual propietario, como si fuera un alquiler o algo parecido, hasta que pudiera volver a iniciar los pagos.
En otro orden de cosas, y como mi formación es científica cuando yo hago algo y el resultado es erróneo o no es el deseado, puedo seguir intentándolo una vez más, pero si sigue sin ser el esperado, cambio de criterio, por ello me asalta la siguiente duda:  el gobierno del PP ha aplicado unas recetas económicas que (supongo) creen que son correctas para aumentar los ingresos, disminuir los gastos del Estado y que crezca la economía y el PIB. Bien, tras aplicarla repetidamente el resultado es totalmente el contrario, es más, en los países de nuestro entorno donde se han aplicado las mismas recetas todo ha ido a peor. Entonces, ¿no es ya el momento de cambiar de criterio?
Lo voy a dejar por ahora, que ya he escrito más de mil palabras y no creo que haya nadie que llegue hasta el final.
Hasta otra.

lunes, 23 de julio de 2012

Carta de un funcionario.

Hoy no voy a contar nada, simplemente voy a transcribir un escrito de un compañero de trabajo (y quiero pensar que también amigo) en el que reflexiona sobre la situación actual. Amablemente me ha permitido que pueda colgarla en este humilde rincón, lo que le agradezco, y a la vez quiero resaltar que comparto lo que dice.

Están sordos, o no quieren escucharnos, por eso hay que repetirles la cosas mil veces, con millones de voces, para que se enteren. Se lo repetiremos cuanto sea necesario, para que lo entiendan y lo respeten:

 Están vendiendo que lo público es caro. Eso es una trampa. Lo público no es caro ni barato, es necesario y este es un pueblo solidario. Nos preocupan nuestros vecinos, por eso cuidamos del desempleo. Nos preocupan nuestros padres, por eso consideramos que las medicinas no son un lujo, las pensiones tienen que ser adecuadas, y  los hospitales públicos imprescindibles. Nos preocupan mucho nuestros hijos, por eso queremos una educación de calidad y justa, donde también puedan estudiar los más humildes.

Lo público es necesario, es lo que está reclamando a gritos un pueblo solidario. Y no somos solidarios por casualidad, lo somos porque hemos vivido el hambre y la miseria no hace muchas décadas, y entendimos lo que es “cuido hoy de ti, para que mañana cuide alguien de mi”. Lo entendimos como no lo han entendido muchos pueblos en la Historia, incluso hemos servido de ejemplo para otros.

Si lo público no es gestionado tan eficazmente como lo privado, quizá sea por culpa de quienes nos gobiernan, por ineficaces y  codiciosos.

Somos un pueblo austero, aprendimos a serlo por los avatares del destino que nos metió en una guerra fratricida, con décadas de hambre. Podemos ser austeros y lo seríamos generosamente, pero también somos un pueblo justo. Sabemos que no sería justo dejar en la miseria a los más pobres, mientras vemos como se enriquecen sin escrúpulos los ricos. Somos justos, porque lo aprendimos a golpes, a fuerza de acumularse civilizaciones, lo que a la larga aporta una gran dosis de sabiduría, que fue fraguando siglo a siglo.

Por eso somos sabios, y sabemos que quienes nos gobiernan no tienen la ética como norma de conducta, se han convertido en  una casta intocable y derrochadora, ajenos a la realidad y a la decencia. Y además, se han vuelto sordos. También sabemos que los bancos nos están chupando hasta la sangre, que los usureros especuladores hacen negocio con nuestra impotencia y  nuestros temores.

Mientras ellos no den ejemplo, nuestro brazo amenazante se va a mantener erguido, contra quien intente aplastarnos, porque a eso nos obliga la dignidad.

Somos un pueblo digno, que nadie lo olvide. La dignidad y el honor forman parte de nuestra sangre, lo hemos respirado día a día de la tradición. Eso nos impide ser un pueblo sumiso, al que no van a doblegar tan fácilmente. Han intentando tantas veces someternos, que tenemos la piel como armadura, y les va a costar mucho que bajemos la cabeza, para mirar al suelo, obedientes.

Somos un pueblo que mira de frente, en todos los ruedos y todos los escenarios, y mirando al enemigo a la cara afrontaremos lo que sea necesario, para seguir siendo el pueblo que somos, sin permitir que nos cambien, ni las peores circunstancias, ni los dirigentes más despiadados.

Se lo diremos todas las veces que haga falta, hasta que quieran escucharnos. Encontraremos la forma de insistir hasta el agotamiento. Y que no piensen que hay maniobras extrañas en nuestras intenciones, porque somos muchos y hablamos claro. Solo así, esta vez hemos conseguido unirnos todos, con una fuerza que ni nosotros mismos sospechábamos. Es la fuerza de todo un pueblo, por encima de las ideologías, por encima de la condición social de los individuos, por encima del interés particular o de las banderas. Somos un pueblo que está pidiendo a gritos que nos respeten y nos dejen ser como somos. Estamos orgullosos de lo que hemos construido, de lo que edificaron nuestros padres, desde la penuria y el sacrificio, y no dejaremos fácilmente que lo conviertan en ruinas. Hace doscientos años que echamos a los franceses y echaremos a quien pretenda dominarnos. Lo vamos a impedir, porque somos muchos y hemos aprendido que JUNTOS PODEMOS.

¿Qué hacemos los funcionarios en todo esto? Mantenemos engrasada la maquinaria democrática, ponemos en marchar el motor cada día (tragando saliva para soportar los despropósitos de ciertos gobernantes), cuidamos de que las prestaciones sean solidarias, de que los desempleados tengan un mínimo para vivir, de que nuestros hijos tengan una enseñanza de calidad, de que los enfermos sean atendidos con eficacia, de que los mayores tengan unas pensiones justas que les permitan sobrevivir dignamente, de que nuestras calles sean seguras y, sobre todo, de que nuestrasl ibertades estén protegidas, ante las situaciones de infortunio y los ataques de quienes solamente buscan en este mar revuelto su propio beneficio. Y esta vez, también, somos el dedo que pone en marcha las alarmas, para advertir del deterioro que están causando.

Somos muchos, conocemos nuestros  compromisos, ¡que no lo olviden!, porque somos un pueblo consciente de nuestras obligaciones. Dejaremos claras las condiciones, y vamos a  defenderlas con la verdad que nos asiste y el convencimiento de que JUNTOS PODEMOS.

Jesús del Río.

Terminaré con una cita de Thomas Jefferson hecha en 1802:

"Si el pueblo permite un día que los bancos privados controlen su moneda, los bancos y las instituciones que floreceran en torno a los bancos, privarán a la gente de toda posesión, primero por medio de la inflación, enseguida por la recesión, hasta el día que sus hijos se despertarán sin casa y sin techo, sobre la tierra que sus padres conquistaron".

¡Os suena!

jueves, 7 de junio de 2012

Leer

Ahora que estamos en plena feria del libro y lejos de mi ánimo entrar en discusiones sobre si son necesarias actualmente eventos como la feria del libro, y además como no tengo ganas de hablar de política, voy a aprovechar el momento para hablar de la lectura y los libros.

De entrada y como declaración de principios quiero dejar claro que me gusta leer y me gustan los libros. Posiblemente se deba a que desde que tengo uso de razón he encontrado en la lectura una ventana abierta a nuevas ideas, nuevos mundos, nuevos amigos.

Y el caso es que con los años, cada vez me gusta más leer. Puede que se deba a que como tengo menos tiempo libre, cuando cojo un libro que me gusta, lo saboreo más. O no, pero insisto, cada vez disfruto mas leyendo.

Además procuro leer todos los días, para no acartonarme, lo cual no es difícil ya que lo que suelen poner en las televisiones, salvo raras y honrosas excepciones, no es de mi gusto, por lo que aprovecho las noches para leer.

Siempre me ha chocado el hecho de que España sea un país donde se publica muchísimo, pero a la hora de leer, se lee poco. Nunca se ha fomentado la lectura, pero en serio. Creo que aparte de que te guste, a los infantes en el colegio les tienes que proponer lecturas que les diviertan y no los muermos que se suelen leer, que sí, que tendrán muchos valores, pero no los engancha, y si no te enganchas a la lectura no vas a leer.

Leer te da la posibilidad de disfrutar aventuras con distintos personajes, sentir lo que ellos sienten, abrir tu mente a nuevas ideas, saber lo que otras personas han pensado o sentido a lo largo de la historia, etc. No me extraña nada que todos los gobiernos intenten que el pueblo no lea (ya sea agobiándote para que te aburras, o directamente ofreciendote otras posibilidades mas “golosas” como el futbol por ejemplo, o incluso una mezcla de las 2), ya que a un pueblo culto no se le puede engañar tan fácilmente.

Cierto es que los niños suelen hacer lo que ven en los padres y, generalmente, en un hogar donde se lee, los niños terminan leyendo, aunque sea poco. Por eso creo que en España se lee poco, porque viendo lo que hay por ahí, lo que me extraña es que haya quien todavía esté vivo, seguramente porque respirar no requiere de ningún aprendizaje sino que es automático XD.

A mí me gusta releer los textos que recuerdo que me han gustado mucho. Y lo cierto es que ni entiendes ni disfrutas lo mismo según cuando hayas leído un texto. En una primera lectura, por lo menos en mi caso, me entero de todo de una forma global. La segunda lectura es la que ya me da la posibilidad de entrar en los detalles. Y como generalmente hay varios años de diferencia entre las citadas lecturas, la experiencia acumulada por mi también influye en mi forma de entender ese texto (novela, ensayo, etc.). Y si, aún a riesgo de que me tachen de raro o friki, hay libros que he leído hasta 5 veces, siendo la primera en mis años de adolescente hará ya más de 35 años.

Y por ahora no voy a dar más la tabarra, que después de estar casi un año sin escribir nada en este blog, ahora vuelvo y con algo que creo que no le interesa a casi nadie, pero quería contarlo.

Hasta otra.