Hace
ya bastante tiempo que ni aparezco por aquí ni escribo nada. Mi idea era no
inmiscuirme en toda la problemática de nuestro país, porque como digo en mi
perfil de twitter: aspiro a vivir tranquilo pero no me dejan. En este caso no
me dejan las circunstancias en que vivimos, por lo que necesito transmitir lo
que siento, aunque no haya nadie ni que lo lea, ni que lo entienda, ni que lo
comparta. No me importa, tengo la perentoria necesidad de manifestar mi
opinión, y ya que tengo este espacio, que creé precisamente para ello, voy a
hacerlo.
Y
ahora, haciendo uso de mi prerrogativa de “abuelo Cebolleta” voy a contar una
batallita, la mía.
Allá
por el año 1975, cuando murió Franco, yo era un mozalbete que no tenía ni idea
de lo que significaba la muerte del entonces “generalísimo”. Entonces estaba yo
terminando el antiguo COU (por cierto, otro día hablare de nuestro sistema
educativo), y como hijo de obreros y trabajando por la mañana lo estudiaba en
horario “nocturno”. En esa franja horaria la mayoría de los estudiantes eran
mayores que yo y ya me iba enterando de las movidas de los partidos políticos
clandestinos y de lo que podría significar para España la llegada de una, entonces
hipotética y anhelada democracia.
Al
año siguiente, 1976, entré en la Universidad, y eso fue otro mundo: las
asambleas, las manifestaciones, correr delante de los grises, y por fin, la
Constitución en 1978. Entonces yo no tenía ni idea de cómo era la Constitución,
pero para mí fue un logro que hizo que muchos de nosotros, y sobre todo mis
padres y abuelos, consideraran que habíamos comenzado a andar hacia una
sociedad más justa.
La
Constitución que se consensuó, creo, como una forma de dejar atrás rencillas y
rencores, y a partir de ella comenzar a construir, con el paso del tiempo se
convirtió en un dogma que no se podía tocar. Es más los partidos políticos que
deberían servir para vertebrar a la sociedad se convierten en unos dictadores,
poniendo y quitando a los que van en las listas, de ahí la famosa frase “quien
se mueve no sale en la foto”. Además, el ser político se ha convertido en una
profesión muy bien pagada, no es necesaria ninguna cualificación y lo único que
se exige es una fidelidad absoluta al “personaje” que te ha colocado en las
listas.
En
los últimos años a los sindicatos, vertebradores de la clase obrera, les ha
ocurrido lo mismo. Consecuencia de todo esto es que la actual sociedad española
no cree ni en los políticos ni en los sindicatos. Es necesario vertebrar de
alguna manera el desencanto de tantos y tantos ciudadanos, pero el problema es
que no hay nadie en el sistema, o por lo menos nadie de quien te fíes, porque
en campaña todos prometen (y mucho) y cuando llegan al poder hacen lo contrario
(eso sí, porque no sabían lo mal que estaba la situación).
Siguiendo
con el dogma de no tocar la Constitución hay que decir que cuando les conviene
a los partidos mayoritarios -PP, PSOE, independientemente de quien gobierne-
si se cambia, y casi de tapadillo, no sea que los ciudadanos nos enteremos y
nos cabreemos. Así se han hecho todas las reformas constitucionales en este
País desde que tenemos la Constitución de 1978: la última la que hace
prevalecer el pago de la deuda antes que cualquier otro gasto del Estado.
Y
ahora, por último, después de los sacrificios que nuestros padres y abuelos
hicieron para que nosotros vivamos mejor, con la excusa de la crisis, nos
ponemos a salvar a los que nos han hundido en la más absoluta y puñetera
miseria, argumentando además que hay que salvar a las entidades financieras
para que los clientes que tienen depósitos en ellas no los pierdan. ¿Y cómo se
hace? recortando los gastos superfluos, es decir todo lo que según un gobierno
neoliberal puro y duro considera que no debe existir: sanidad, educación,
justicia, …, o sea, lo que nos hace más iguales a todos.
Partamos
de la base de que creo que tenemos que arrimar el hombro entre todos, pero
entre todos, lo que no es de recibo es que haya unos sectores de nuestra
sociedad que no estén recortando gastos superfluos cuando hay pensionistas que
les cuesta llegar a final de mes porque además de pagar por sus medicinas
tienen que mantener a sus hijos desempleados y a los nietos. Y básicamente los
sectores de los que hablo son los políticos y los asesores que ellos mismos han
colocado a dedo a su estela, banqueros y grandes fortunas. Posiblemente el
total de lo recaudado por estos sectores no sea mucho, pero por lo menos transmitiría
la imagen al resto de la sociedad de que todos estamos apechugando y no los de
siempre.
Y
ya por último y lo que me ha movido a escribir y salir de mi letargo es el tema
de los desahucios. Está muriendo gente desesperada porque le quitan su casa,
que es lo último que te queda, no es sólo el lugar donde vives y duermes, es tu
vida, donde has pasado buenos o malos ratos y está ligada emocionalmente a ti.
Por lo que cuando te la quitan, te están quitando parte de tu vida.
Es
muy duro, y si encima no tienes apoyo, más. Y todo por una ley totalmente
desfasada que hay que cambiar, porque después de quitarte la casa la deuda
persiste. La dación en pago solucionaría parte del problema (por lo menos no te
quedaría la deuda después de quedarte sin casa), pero no todo porque el
inmueble lo perderías. Además, la mayoría de los inmuebles así ejecutados y que
se queda el banco, se quedan “muertos”, es una carga para el banco, por lo que
me pregunto ¿por qué tanto interés en desahuciar?. Creo que sería mejor
arbitrar alguna forma para que se quede el actual propietario, como si fuera un
alquiler o algo parecido, hasta que pudiera volver a iniciar los pagos.
En
otro orden de cosas, y como mi formación es científica cuando yo hago algo y el
resultado es erróneo o no es el deseado, puedo seguir intentándolo una vez más,
pero si sigue sin ser el esperado, cambio de criterio, por ello me asalta la
siguiente duda: el
gobierno del PP ha aplicado unas recetas económicas que (supongo) creen que son
correctas para aumentar los ingresos, disminuir los gastos del Estado y que
crezca la economía y el PIB. Bien, tras aplicarla repetidamente el resultado es
totalmente el contrario, es más, en los países de nuestro entorno donde se han
aplicado las mismas recetas todo ha ido a peor. Entonces, ¿no es ya el momento
de cambiar de criterio?
Lo
voy a dejar por ahora, que ya he escrito más de mil palabras y no creo que haya
nadie que llegue hasta el final.
Hasta
otra.
Al menos yo si he llegado al final y estoy de acuerdo contigo
ResponderEliminarPues gracias por leerlo hasta el final.
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